Adversario es, según la RAE, “persona contraria o enemiga”. La “o” es disyuntiva, porque se puede ser adversario de alguien y no su enemigo y, al revés, casi todo enemigo es un adversario. Este pensamiento me viene a la mente al recordar que, en el pasado, el alcalde Nebot tenía la gentileza de invitarnos a los expresidentes y exvicepresidentes a la sesión con que Guayaquil celebraba los aniversarios de su fundación. Concurría el presidente Moreno y ambos demostraban el respeto por la ciudad, superando cualquier diferencia política. La racionalidad debe inspirar los actos de los gobernantes. Podían ser adversarios y actuar diferente, pero ponían por encima el respeto a la conmemoración.
La eternidad de los dictadores
Conciliar es difícil para los intransigentes que se sobreestiman y son soberbios. Pero hay épocas en que se deben unir esfuerzos para luchar contra enemigos comunes. En los tiempos de hogaño, nuestra lucha es contra el desempleo, la inseguridad y el narcotráfico. Hay otras cabezas de la hidra paralizante que nos asuela que deben ser cortadas y hace falta un Hércules que lo haga. Uso la mitología para destacar que el combate es muy peligroso. Ya no hay héroes como Heracles. Pero sí podemos enfrentar y vencer si lo hacemos unidos.
Las investigaciones de la Dra. Diana Salazar y la Fiscalía han demostrado cuán profunda es la corrupción y cuántas instancias de poder tiene copadas. Un indiciado se atrevió a gritar a un magistrado de la Corte Suprema y no pasó nada. El juez se acoquinó. La escena da vergüenza. Pero nos demuestra que no solo es asunto de capturar a los delincuentes, sino de tener autoridades enérgicas, que cumplan sus deberes, “sin temor ni favor”.
Las elecciones que vendrán nos pondrán en situaciones difíciles. Si el presidente de la Asamblea decide renunciar para ser candidato a presidente de la República, tiene que entregar la dirección del Parlamento al correísmo y pondrá en peligro la lucha contra la corrupción. Facilitará las aspiraciones de remover a la fiscal y posibilitar el retorno de los líderes de ese terremoto. Se añadirá al problema de la sucesión de la Presidencia y tendremos las funciones del Estado en una crisis inédita.
Ya aparecen candidatos. Algunos piensan que quienes pretenden ejercer delicadas funciones públicas deben tener probidad notoria y acreditar formación y estudios que los califiquen para ejercer los cargos a los que aspiran. Este anhelo tiene oponentes porque se dice que hay personas que redactan tesis doctorales y otras por precios módicos. Y también alegan que contraría la igualdad de los ciudadanos.
Demasiados funcionarios sucumbieron a la tentación del dinero fácil, o simplemente quisieron el poder para enriquecerse. Compraron impunidad. Los hechos recientes nos demuestran el falso patriotismo y la honestidad fingida de algunos que son prófugos o están en la cárcel.
Esta situación tiene que ser combatida mediante la unidad de los partidos y los políticos. Exige sacrificar legítimas aspiraciones en bien del país. Hace falta que nos ofrezcan y cumplan con ese deber ineludible para que la honradez vuelva a la función pública.
En cuanto a la coyuntura internacional: Venezuela, ¡cuánto nos dueles! (O)