Alfonso Oramas Gross: Pirómanos e incendiarios | Columnistas | Opinión

A raíz de los incendios forestales en Quito y en otras zonas del país, se han vertido varias conjeturas respecto a sus razones y causas, siendo unánimes las opiniones de que tales incendios fueron intencionados, más allá de que otros factores, tales como las altas temperaturas y la sequedad del suelo y vegetación, han sido también determinantes para la propagación de los incendios.

La World Wide Fund for Nature, WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza en español), señala que la actividad humana, en la inmensa mayoría de casos, es la generadora de incendios forestales a nivel mundial y que el 57 % son causados intencionalmente, es decir, son consecuencia de actos humanos con la deliberada intención de producirlos.

Ahora bien, es posible afirmar también que existe cierta diversidad de incendios intencionales y de quienes lo provocan. En ese contexto, existen sujetos que padecen un desorden psicológico, específicamente la piromanía, caracterizada por la determinación de desencadenar incendios.

Sembrar

Se señala que la piromanía se presenta en los diversos estudios como una alteración mental caracterizada por un trastorno destructivo que lleva a la provocación de incendios de forma deliberada, con una búsqueda de tensión y placer al provocar el fuego e incluso al presenciar o participar en sus consecuencias.

La psiquiatra Romero González señala que el desorden ocasiona tensión al pirómano antes de causar el incendio, alivio al consumarlo y una sensación de bienestar al observar sus efectos destructivos.

Los psicólogos recalcan también la importancia de distinguir al pirómano del incendiario, quien puede tener diversos motivos para provocar incendios, como por ejemplo, obtener ganancias financieras, venganza, daño a terceros o simplemente llamar la atención.

La categoría de los incendiarios podría incluir aquellos relacionados con objetivos políticos o directamente delincuenciales.

Más allá de que el daño producido sea el mismo, resulta importante destacar la diferencia entre la naturaleza del piromaniaco, con su evidente trastorno mental, del incendiario, movido por razones de otro tipo.

Es posible que los incendios producidos en el país en esta última semana, no necesariamente todos, hayan tenido el objetivo de sembrar caos y desasosiego.

¿Realismo mágico o trágica realidad?

¿Quiénes podrían estar interesados en tales propósitos? Grupos políticos que buscan sacar réditos de la anarquía o más bien, organizaciones delictivas que tratan de sembrar la incertidumbre y alterar la paz pública a toda costa con el fin deliberado de poner en evidencia la debilidad del Estado ecuatoriano.

Todo es posible en nuestro país y ese detalle es ciertamente penoso.

La vulnerabilidad de las ciudades ecuatorianas respecto al desafío de los incendios intencionales es muy grande. Todavía más en esta época de tanta violencia e inseguridad.

¿Quedarán los responsables y sus verdaderos propósitos en el olvido? (O)

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