Adrián Santiago Pérez Salazar: Caballo de Troya | Columnistas | Opinión

La adolescencia siempre ha sido una de las etapas más difíciles de la vida. Sin embargo, la juventud de hoy se enfrenta a un desafío inexistente en generaciones anteriores: las redes sociales. Mientras que otrora los niños y adolescentes podían encontrar espacios donde sentirse seguros, hoy en día ellos siempre llevan en sus bolsillos una potencial fuente de angustia, depresión, y ansiedad. Tal cual un caballo de Troya, las redes sociales se infiltran en la esfera íntima del adolescente, haciéndolo sentir vulnerable incluso dentro de su propio hogar. La regulación del uso de las redes sociales por parte de menores, por lo tanto, debe ser un tema prioritario para Gobiernos, padres y educadores.

Numerosos estudios han demostrado que el uso excesivo de plataformas como Instagram, TikTok y Snapchat está asociado con niveles más altos de ansiedad, depresión y baja autoestima en los jóvenes. Un informe de Yale Medicine destaca que los algoritmos de las redes sociales a menudo promueven contenido relacionado con problemas de salud mental, lo que puede exacerbar condiciones como la depresión y los trastornos alimentarios. Por ejemplo, una revisión de 50 estudios realizada entre 2016 y 2021 encontró que la exposición constante a ideales físicos inalcanzables a través de redes sociales está correlacionado a distorsiones en la autoimagen y trastornos alimentarios, especialmente en niñas.

Viralizar la intimidad

El ciberacoso es otro peligro. Según un informe del Centro de Investigación Pew, alrededor del 59 % de los adolescentes en Estados Unidos ha experimentado bullying y acoso a través de redes sociales, el cual puede continuar ininterrumpidamente incluso cuando el adolescente se encuentra en su hogar. Igualmente, otra preocupación importante es la privacidad de los menores, ya que muchos niños y adolescentes no son plenamente conscientes de los riesgos asociados con la divulgación de información personal en línea. En efecto, según el Surgeon General de los Estados Unidos, los menores que comparten información personal pueden ser víctimas de explotación sexual o extorsión financiera.

A la luz de estos peligros, diversos países ya han comenzado a implementar normas para proteger a los menores en línea. Por ejemplo, la Unión Europea ha adoptado el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR), que establece reglas claras sobre el consentimiento parental para el uso de redes sociales por menores de 16 años. En Estados Unidos, algunos estados han propuesto leyes que prohíben el uso de redes sociales para niños menores de 13 años sin supervisión parental, y en el Reino Unido, la Ley de Protección de la Infancia en Línea busca garantizar un acceso más seguro para los menores.

En definitiva, los peligros que las redes sociales representan para niños y adolescentes son alarmantes. La regulación del uso de estas plataformas no solo es necesaria, sino urgente. Los Gobiernos, junto con los padres y educadores, deben trabajar para crear un entorno en línea más seguro que permita a los jóvenes disfrutar de los beneficios de la tecnología sin poner en riesgo su bienestar. (O)

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