Lo recordaba en una charla magistral Cayetana Álvarez de Toledo, hace unos días: despreciamos la política, pero es esencial, para cada uno de nosotros y todos juntos, porque la vida se construye a partir de los individuos, pero somos seres sociales.
Decidir en qué trabajamos, cómo emprendemos, qué bienes adquirimos, son decisiones personales “en el mercado económico”, pero este requiere de un entorno cuyo moldeo viene de la “política” en su buena acepción de “cómo tomamos decisiones colectivas”, ejemplo cómo funciona el mercado laboral (sería mejor para todos un mercado donde puedan relacionarse libremente… pero diseñarlo es una decisión política), apertura al mundo, impuestos, dónde permitir altos edificios y más. Decisiones tomadas a través de instituciones políticas (Gobiernos, asambleas) que dependen en consecuencia de los “políticos”. Y de hecho esta pareja economía-política requiere de más: los valores e ideas en los cual toman su fuente las organizaciones, acciones y actitudes en la sociedad, por eso el primer libro de Adam Smith (“padre” de la economía) fue La teoría de los sentimientos morales y solo después La riqueza de las naciones.
La política y los políticos son, pues, muy importantes. Pero ahí viene el rol de todos los ciudadanos y sobre todo las élites, para empujarlos (directamente compitiendo en política o indirectamente exigiéndoles) a que cumplan su rol de mejor manera, porque fácilmente, sobre todo donde nosotros, tienen otros incentivos e intereses… y ojalá las tecnologías modernas permitan descentralizar esas decisiones hacia los ciudadanos, pero creo eso tendrá un límite (insatisfactorio). Y hay que estar claros que existen al menos dos visiones que no pueden amalgamarse: liberal y socialista.
Para la primera los ciudadanos, sus libertades y la democracia (con todos sus defectos) son el centro de funcionamiento de la sociedad, entendida nuevamente como un espacio individual y colectivo, donde “el otro y su bienestar” tienen enorme importancia. Para el socialismo hay un grupo de personas que “saben” lo que es bueno para todos, y deciden en la vida colectiva muy por encima de la voluntad individual, atrayendo a la gente por el enfoque del mínimo esfuerzo, los derechos infinitos y el Estado como destino, e inevitablemente los incentivos perversos del poder les llevan por caminos cada vez peores (… no dejarnos atraer por ese “canto de sirenas” a veces sonoro y llamativo de los mesianismos).
La democracia liberal tiene mecanismos (imperfectos) que permiten corregirla y enderezar caminos, los otros están hechos para autoperpetuarse (Cuba, Venezuela y tantos más). Y como hay dos caminos diferentes, es indispensable tener el coraje de entrar en conflicto y lucha cuando es necesario defender las libertades.
Cayetana nos ha dicho que miremos con optimismo el futuro y no caigamos en la visión negativa de tantos expertos, que en el fondo lucran con eso. Me permito modestamente resaltar que por eso mi serie de videos semanales se llama el “Optimista informado” y siempre he pensado que los pesimistas sí son útiles porque ponen de relieve fallas y desórdenes del entorno, pero los optimistas son los únicos que toman esas banderas y los resuelven. (O)