Aun en el caso de haber perdido la ilusión por vivir, siempre quedará la que nos insuflan el amor y la vida de nuestros nietos. El espejo cuántico se confirma con esta ilusión, sacada de las entrañas de lo casi imperceptible; en él queremos mirarnos desde el otro lado de lo que ignoramos y agarrarnos a esa nueva vida que nos reemplazará para cuando ya no estemos presentes. Cautivados por estos sentimientos la vida es más fácil y sencilla. El ying y el yang confluyen así en el principio y el fin que nos abrazan atómicamente. (O)
Jesús Sánchez-Ajofrín Reverte, Albacete, España