Se puede

Era una ciudad acogedora, generosa, de brazos abiertos y espíritu solidario. Sus habitantes vivían en casas de ventanas abiertas y puertas de madera. Los fines de semana paseaban en el malecón junto al río o al estero. En los barrios de la periferia, no era extraño ver a los vecinos conversando en la puerta de sus casas o jugando naipe y, claro, tomando una cervecita.

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