En Uruguay plantearon un referéndum popular para reformar el sistema de jubilación, promovido por partidos de izquierda que algunos llamarán populistas (quieren captar el voto popular con “propuestas fáciles y llamativas”) y yo prefiero calificarles de “profundamente irresponsables”.
¿Propuestas? Sencillo: bajar la edad de jubilación, aumentar las pensiones y eliminar las empresas que manejan fondos de ahorro individual para jubilación. Las dos primeras atractivas para quien mira su jubilación y en Uruguay son muchos porque la población tiene una edad promedio elevada, y la tercera ideológicamente atractiva al vender hábil (y absurdamente) el lema “hay empresarios privados haciendo plata con su jubilación”. Si la gente votaba sí, Uruguay se armaba un lío: empeoramiento de las finanzas públicas (por eso algunos proponían una cuarta pregunta: ¿está de acuerdo en pagar más impuestos?), pérdida de imagen de seriedad, desaparición de canales eficientes para canalizar el ahorro hacia inversión de distinta índole, y más. ¿Cómo votaron? Con enorme sensatez, no. ¿Qué cree usted hubiera pasado en Ecuador? Dejo en su manos la respuesta… es cierto, Uruguay tiene un nivel de educación más alto, un nivel de vida también más elevado, por lo cual la gente siente que al votar mal está hipotecando algo positivo que han ido construyendo, pero también es cierto que el voto fue por un solo tema claro y focalizado, mientras en Ecuador hubiéramos planteado 10 preguntas distintas y promovido la votación como si fuera por o contra el Gobierno. Es muy probable hubiéramos votado mal. Una de las razones es que sentimos “hay gato encerrado” y quizás tenemos la razón, pero además es parte de nuestra mentalidad de desconfianza. En el pasado hemos votado mal, y aquí algunos ejemplos.
Hace casi 30 años votamos en contra de una mejora del sistema de pensiones a través de una mayor competencia y participación privada. Respeto las voces que me dirán “eso es lo que usted quiere: favorecer los negocios privados”. No se trata de eso (aunque recordemos la participación privada es la que permite, todos los días, encontrar sin falta pan o frutas en el barrio), sino de ampliar las opciones del sistema llevándolo hacia más eficiencia y equidad. Hoy, no tenemos ni lo uno ni lo otro, y nos acercamos a una quiebra paulatina.
Hace meses votamos por cerrar los pozos petroleros del Yasuní. Absurdo porque el costo e impacto ambiental del cierre serán mayores. Absurdo porque en ningún momento los defensores han mostrado estudios serios de costos y beneficios. Absurdo porque hay maneras de mantener la producción (e incluso ampliarla) de manera respetuosa del entorno ambiental y humano. Absurdo porque nunca discutimos algo esencial: cómo utilizar esos recursos de manera responsable.
Hace poco votamos en contra del trabajo por horas. ¿Algunos hubieran abusado? Sin duda y había que sancionarlos. Pero en una economía con tanto desempleo y subempleo, adaptar las necesidades de empleadores y trabajadores es esencial.
Y podemos agregar la Constitución de Montecristi, o tanto “personaje” elegido en política …Usted estimado lector podrá pensar que en realidad votamos bien en todos esos casos … lo respeto. (O)