Los ecuatorianos estamos agobiados por acontecimientos, algunos inéditos, que sufre el país: la inseguridad y la violencia; la crisis energética que golpea duramente la débil economía; el resquebrajamiento de los valores éticos, morales y cívicos; la corrupción y la ausencia de una justicia confiable; además, la falta de solución a las necesidades que demanda en forma urgente la sociedad, se requieren respuestas impostergables a esta grave crisis.
Las mafias acorralan la paz
Nuestra débil democracia ecuatoriana requiere de una gran unidad, no puede ser excluida ninguna institución. Siendo las Fuerzas Armadas una institución histórica y esencial para la sobrevivencia del Estado, que deben cumplir una misión de singular trascendencia, es vital que se mantenga no solo el más alto nivel su capacidad operativa, sino valorar su importancia y respetabilidad en la vida del Estado. Las Fuerzas Armadas, nacidas en la historia del Ecuador con vocación libertadora que encarnó el honor y la dignidad de nuestros pueblos en las heroicas luchas por la independencia. Su presencia contribuye no solo a la defensa de la integridad y soberanía de la patria, por lo tanto, no pueden escamotear su contribución al afianzamiento y fortalecimiento del sistema democrático.
Las Fuerzas Armadas tienen una misión específica: la consagración total y absoluta a la defensa del honor, la soberanía y la integridad territorial de la patria. Si las Fuerzas Armadas viven consagradas al cumplimiento de su sagrada misión por un patriótico sentimiento nacional y si el Gobierno ejerce el poder civil, conforme a la Constitución y leyes de la República, los militares están en la obligación de respetar y acatar dicho poder, la institución armada adquiere una importancia trascendente en la vida del Estado.
Más del 90 % de los actos de violencia y asesinatos en Durán se cometen en motocicletas, según Policía Nacional
El general Paco Moncayo, en su libro Fuerzas Armadas y sociedad, publicado en 1995, reflexiona sobre la democracia: “Para nuestra sociedad y para las Fuerzas Armadas, la democracia debe ser una opción realmente aceptada, una convicción profunda, un modo de vida, un camino hacia la construcción de una sociedad más justa, más digna, que la vida merezca ser vivida, el hogar no sea perpetuamente allanado por la miseria, ni la privacidad por el escándalo; que no se las manipule y desinforme; en la que el derecho a la propiedad no signifique la pobreza de muchos otros; una sociedad solidaria en la cual la democracia se sustente y legitime en la participación y en la toma de las decisiones trascendentales, por amplios consensos; una sociedad que, atenuados los conflictos, sepa encontrar soluciones políticas a las naturales divergencias regionales, culturales, raciales, generacionales o de cualquier naturaleza, fortaleciendo el sentido de lo nacional. Una sociedad en que la democracia se perfeccione y profundice en el proceso mismo de su aplicación; exige, además, un orden internacional también democrático pluralista, económicamente justo y políticamente multipolar, capaz de una amplia y respetuosa cooperación mutua. Solamente en esas condiciones será factible referirse a la democracia”.
Sobran las razones para que las Fuerzas Armadas, junto con la Iglesia, sigan siendo la institución de mayor respeto, credibilidad y confianza del pueblo ecuatoriano. (O)