Adrián Bonilla: La geopolítica del Extremo Oriente y América Latina | Columnistas | Opinión

Las relaciones entre los Estados del extremo oriente han sido históricamente complejas, marcadas por superposiciones de reinos y civilizaciones, disputas territoriales y rivalidades estratégicas no exentas de violencia. Luego de la Segunda Guerra Mundial, la reconstrucción de las sociedades y Estados nacionales se proyectó al siglo XXI como una realidad en que el Pacífico Asiático será, si las tendencias continúan, un polo de poder alternativo, tan importante, sino más, que el Atlántico Norte a nivel global.

Plan chino prioriza al suelo agrícola

China es el país más poblado y poderoso de la región y su influencia sobre el conjunto de ella y sus vecinos es central. En la actualidad sostiene excelentes relaciones con Rusia, pero hace pocas décadas las tensiones con la Unión Soviética no eran menores. Es, por el momento, la relación más importante de Beijing que se resuelve en lógicas de comercio, tecnología y cooperación en términos de intercambio muy favorables para China, pero existen también otros escenarios más complicados. En el Pacífico norte hay una desconfianza atávica que marca el vínculo con Japón y con las Coreas. El reino de Kim Yong-un depende económicamente de China, pero es autónomo, su armamento nuclear le da esa capacidad, y sus aventuras no necesariamente coinciden con las políticas chinas. El régimen de Seúl, por su parte, además de competir globalmente por mercados, percibe una amenaza permanente que proviene de la hostilidad de Pyongyang y su cercanía a Beijing.

En el sur, la soberanía sobre el mar de la China ha generado procesos contenciosos entre varios vecinos. El hecho es que hay discrepancias chinas con las Filipinas, Vietnam, Malasia, Brunéi, y, desde luego, Taiwán, la isla que se debate en la ambigüedad de su estatus, pues siendo un territorio reconocido como chino, no está gobernado por Beijing sino por un régimen respaldado por los EE. UU. Otro reto importante, que intermitentemente causa ruidos en relaciones generalmente armónicas con la India, es el procesamiento de diferencias sobre varios puntos de la frontera de 3,500 kilómetros con ese formidable rival industrial y tecnológico.

Las potencias asiáticas han construido un denso tejido de relaciones comerciales, de inversión en infraestructura, cooperación y transferencia tecnológica con América Latina. La presencia más importante es la china, pero de ninguna manera es la única, como a veces se representa mediáticamente. En la medida en que esos Estados puedan convivir pacíficamente, esta región del Occidente geográfico incrementará, en el futuro previsible, sus nexos con el Asia del Pacífico. El océano que nos separa es cada vez más pequeño y la existencia de un mundo con dos centros de poder, pues ni Europa ni los Estados Unidos van a desaparecer de la economía y política mundiales, ya es una realidad geopolítica en las relaciones y en los escenarios productivos y comerciales de la región. El reto de las sociedades latinoamericanas es producir y escoger modelos de desarrollo nacional que se adapten al nuevo ordenamiento global combinando tal vez lógicas proteccionistas y, sin que sea necesariamente contradictorio, aperturistas al mercado en el mismo tiempo. (O)

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