Ante el sentimiento de intoxicación derivado del coronavirus, muchos lectores encontraron un refugio que les permitía desconectar de la realidad en la ficción japonesa o literatura “amable” (Cozy fiction) de autores como Satoshi Yagisawa o Toshikazu Kawaguchi, que se caracteriza por tramas que transmiten paz y seguridad y con abundancia de café y gatos.
“Me alegro mucho cuando los lectores me dicen que se han curado y animado gracias a mi obra”, reconoció Yagisawa, autor de Mis días en la librería Morisaki (Letras de plata), en una entrevista con EFE. “El éxito (internacional) no viene de la obra en sí, sino de la sociedad” porque, durante la pandemia, los lectores buscaron consuelo en historias agradables y relajadas, añadió.
Takako, la protagonista de la obra debut de Yagisawa, se mudó al barrio tokiota de Jimbocho para ayudar a su tío con la librería familiar después de que el hombre del que estaba enamorada le dijese que iba a casarse con otra mujer. De esta forma, se encariña de unas calles que antes no frecuentaba y descubre allí su amor y pasión por los libros.
Jimbocho, hogar de librerías y escenario de novelas en Japón
Jimbocho es un oasis literario en la capital nipona, conocido por sus librerías de segunda mano y escenario de Mis días en la librería Morisaki. Los amantes de la literatura buscan en este barrio primeras ediciones o simplemente disfrutan al sumergirse en las páginas de libros que ya han pasado por otras manos.
Según relató el autor, hay turistas extranjeros que acuden a Jimbocho para hacer fotos de las librerías y de la que sería el “modelo de la librería de Morisaki”, para después publicarlo en redes sociales.
Su libro es una historia “amable y gentil” en la que “no se trata de resolver el problema o el sufrimiento que tiene uno”, sino que esos obstáculos a los que se enfrenta la protagonista se van desarrollando a lo largo de la trama y “acaban desapareciendo mientras uno sigue viviendo”, explicó Yagisawa durante la entrevista.
Auge de la ficción japonesa ‘amable’
En un contexto en el que muchas personas viven con prisa, los libros aparecen como una especie de salvavidas para ayudarles a desconectar del ajetreo y de la sobrecarga informativa a los que, en ocasiones, tienen que enfrentarse.
Antes de que se enfríe el café (Plaza Janés) de Toshikazu Kawaguchi o Letters from the Ginza Shihodo Stationery Shop (Manilla Press) de Kenji Ueda son ejemplos de ficciones niponas que triunfan en todo el mundo, sobre todo en el mercado anglosajón, por la tranquilidad que transmiten a quienes las leen.
La obra de Kawaguchi, que ha vendido millones de copias tanto dentro como fuera de Japón, forma parte de una serie de cinco libros -cuatro de ellos ya traducidos al español- y cuya acción toma lugar en una cafetería de Tokio en la que si los clientes eligen bien en qué silla sentarse, pueden regresar al pasado.
Mientras, la novela de Ueda se ubica en una papelería de Ginza en la que el dueño, a través de sus conversaciones, ayuda a los clientes con sus problemas y crisis existenciales además de venderles los objetos que van buscando como plumas estilográficas o papeles de estampados originales.
El público, al leer estas obras, al igual que las de Yagisawa, “puede abandonar esa rapidez con la que viven” como si los libros fuesen una herramienta con el mismo efecto que una comida familiar o un paseo, destacó el autor nipón la entrevista.
El papel de las redes sociales en el camino hacia el éxito de estas obras ha sido esencial, sobre todo TikTok, donde muchos usuarios comparten su opinión acerca de los libros que han leído.
Además, según Yagisawa, las redes sociales fomentan la peregrinación a los lugares en los que suceden las obras porque los lectores quieren pasear por las calles en las que suceden sus tramas favoritas para sentirse los protagonistas de las páginas que tanto han disfrutado leyendo.
Estas obras, que cuentan historias reconfortantes ubicadas en lugares apacibles como cafeterías, librerías y bibliotecas en las que abundan los gatos, se inspiran en clásicos contemporáneos de la literatura japonesa como los libros de Haruki Murakami o Banana Yoshimoto e incluso en la novela Yo, el gato de Natsume Soseki.
Los títulos nipones, tan traducidos a otros idiomas en los últimos años, especialmente tras el coronavirus, toman de las obras clásicas elementos esenciales como el surrealismo o la resistencia a la expectativas sociales, como es el caso de Takako. (F)