Alfonso Reece Dousdebés: Peor tú, a pie | Columnistas | Opinión

En el lento fluir de una sólida barrera de cuatro carriles de vehículos, por dos kilómetros de largo, pienso que el Metro de Quito ha servido para mejorar el transporte popular, pero que el esperado beneficio colateral, la disminución del tráfico de automotores particulares, no se ha dado. En el mejor de los casos, si hubo tal contracción, no fue perceptible para los automovilistas de a pie (expresión paradójica, contradictoria, que mis lectores sabrán interpretar). Este no es un tema de transporte puro, de mero desplazamiento de un punto a otro de la ciudad. Implica otros factores, como la seguridad. Al abandonar el reducto protector de su casa, el ecuatoriano se siente, y efectivamente está, desprotegido, se convierte en presa posible de la delincuencia o de la violencia gratuita. El peatón se siente inerme, por lo que se recubre de una coraza metálica con motor y ruedas, que le protege hasta llegar a su punto de destino. Por lo menos es una ayuda psicológica, ya que sigue expuesto a ataques y tropelías.

Cómo cierra el mundo el 2024

Hay otro factor más banal, pero más determinante. Un automóvil personal es más que un medio de movilización, en definitiva instancia es un símbolo de poder, sobre todo económico. Un gran turismo o un todoterreno costoso demuestran, de manera rotunda, que el propietario es persona de teneres, con influencia, en síntesis, un “palo grueso”. Como los altos funcionarios ya no pueden lucir su poder político en carros de alto lujo, cada uno debe proclamar que es un “mandamás” con sirenas y balizas giratorias. La moda de las camionetas descomunales transmite varios mensajes en un solo paquete, sugiere que además del mastodóntico artefacto, se posee una hacienda o una finca en la que emplea de manera útil el juguete. Y advierte que quien conduce es un hombre resuelto, fuerte y si nada de eso, que nos baste con el viejo decir “caballo grande, aunque no ande”, recordemos que el coche motorizado ocupó el lugar psicológico que antes tuvo el dios caballo.

Un enfoque distinto

En esta devoción del dios automóvil, nadie se queda fuera, la industria moderna pone a disposición de las grandes masas automotores pequeños a precios módicos. Pero, sobre todo, en el mercado hay una enorme oferta de carros de segunda y tercera mano a precios cada vez más alcanzables. Como la construcción de metros, tranvías, metrovías y otros ingenios ha ayudado a paliar el problema del transporte popular, pero no le ha dado una solución definitiva, queda el recurso masivo del auto usado. Antes que nada, una herramienta, pero permite mostrar una minúscula parcela de poder, que se expresa en una frase pintada directamente en la carrocería, que dice: “Peor tú, a pie”, destinada a poner en su sitio al mero peatón que ose despreciar un exiguo cupé maltrecho. Todavía atrapado en el atasco con mi SUV de una década de edad, oigo en la radio que se va a poner un impuesto a las transacciones de vehículos usados, para “controlar” dicen, sin que logren explicar claramente qué es lo que quieren controlar, ¿quizá la diminuta soberbia del pobrete que, desde su auto de enésima mano, mira altanero al viandante que, bajo sol o aguacero, camina a tomar el metro, el tranvía o la metrovía? (O)

Fuente

Comparte esta noticia