Para criar a un niño se requiere de toda una ciudad, reza el proverbio. Pero ¿qué es un niño o una niña? Alguien respondió que es un ser frágil, lleno de sueños y que, por lo tanto, debe tratarse con sumo cuidado.
En Ecuador –desde 2003– ingresan en el concepto de niñez las personas menores de 18 años. Aunque hay quienes ubican entre los 12 y 18 años a adolescentes.
Sea cual fuere la fecha de terminación de la niñez, las sociedades están de acuerdo en que en los primeros 18 años de vida existe una fragilidad existencial, porque esas personas tienen necesidades básicas –como alimentación, vivienda, salud y educación– que solo se alcanzan si tienen a su lado familias responsables que les provean de lo que requieren para desarrollar su pleno potencial.
Tarea difícil e imprescindible
Seamos adultos responsables
Pero junto al concepto niñez hay otro, el de “patria potestad”, que abarca el conjunto de derechos y obligaciones que los padres y madres tienen sobre sus hijos. Debido a esa figura jurídica, un niño tiene un representante y son esos los que hacen a nombre de sus hijos varios trámites, como inscribirse en el sistema educativo, usar los servicios de la banca o hacer transacciones comerciales.
Sin embargo, tras el empobrecimiento masivo de la población, crecen las formas de delincuencia que utilizan a niños, niñas y adolescentes para ejecutar actos ilegales y, en el peor de los casos, actos de extrema crueldad.
Entonces, en la Asamblea Nacional ecuatoriana se debate si deben encerrar tras las rejas a los niños, niñas y adolescentes.
¿Acaso no es más urgente identificar a los verdaderos responsables de los errores y aciertos que cometen los niños, niñas y adolescentes?
Y esos tienen nombres y apellidos; esos son los responsables directos del control de aquellas personas. De ahí que se requiera una legislación que identifique y sancione a quienes permitieron el mal comportamiento de niños y niñas; si se sanciona a las familias, serán esas las que mejorarán la vigilancia sobre sus pequeños.
Que los representantes de los niños y las niñas sean considerados coautores de sus errores es necesario, porque implica asumir plenamente la responsabilidad que surgió cuando los parieron y se convirtieron en sus padres, madres, tíos y abuelos.
Es totalmente cierto que para criar a una persona se requiere de toda una ciudad, y tal razonamiento lo tienen muy claro los pueblos indígenas. Porque dentro de los procedimientos de la justicia ancestral, cuando una persona comete una falta, tanto el que cometió el delito como la familia se presentan frente al cabildo y dan la cara y piden perdón a la comunidad.
Es decir, en las bases morales originarias existe la sabiduría de comprender que error de los hijos es consecuencia de las acciones u omisiones que sus familias directas y su entorno crearon. De ahí que resulta de una simpleza única que se pretenda frenar la delincuencia encerrando a niños en las cárceles, mientras los responsables y posibles beneficiarios de los hechos vagan por las calles. (O)