Walter Spurrier Baquerizo: El combate es cultural | Columnistas | Opinión

El progreso nacional pasa por abrirse a la inversión privada, pero la opinión nacional favorece el estatismo. No hay electricidad, pero no hay un clamor para exigir la apertura del sector energético a la inversión privada. Se necesitan más ingresos, pero se mantiene el monopolio estatal sobre el petróleo aunque cae la producción. El ciudadano promedio cree en los precios oficiales y que un buen gobierno es el que baja a dedo el precio de los productos de consumo popular.

Esta actitud es generalizada en América Latina y en muchos países con tizne marxista, a pesar de que el marxismo-leninismo se desmoronó en Rusia y Europa Oriental hace 33 años. A Cuba se la venera a pesar de que hay represión, extrema pobreza y los cubanos huyen aunque sea a nado. Venezuela fue el país más próspero de la región el siglo pasado, pero cayó en la pauperización por emular a Cuba. Chile ha sido el más próspero de este siglo, pero echa por la borda la política económica que le dio prosperidad. Colombia elige presidente a un exguerrillero.

La causa es que se ha dejado la cultura y la educación en manos de activistas enemigos de la democracia representativa y la economía de mercado. El teórico marxista italiano Antonio Gramsci concebía la revolución no como económica, sino cultural: la construcción de una nueva cultura para formar una nueva clase dirigente y hacerse del poder.

Mao fue seguidor de Gramsci y llevó a cabo una revolución cultural que dejó más de un millón de muertos. El presidente Xi la retoma con las nuevas herramientas tecnológicas. El Partido Comunista Chino no permite a los ciudadanos enterarse de lo que sucede en Occidente, inculca que la democracia es mala, que la sabiduría reside en el partido comunista. El control absoluto de la cultura lleva al ciudadano a valorar la aceptación del poder por sobre la libertad de pensar. A los jóvenes chinos de hoy no se les ocurre protestar exigiendo libertad como sus antecesores que se tomaron la plaza Tiananmén. ¿Alguien dijo borregos?

En democracia se puede retomar el control de la agenda cultural sin violar derechos. En Italia, la primera ministra es discípula de Gramsci en cuanto a la relación del poder y la cultura, mas no en cuanto a marxismo: Giorgia Meloni es de derecha. Nombró a personalidades afines ideológicamente a dirigir las agencias de comunicación y cultura –entre esas la RAI– para incidir en la cultura política y económica de la ciudadanía.

El éxito de Milei en lo económico es sobrepasado por su triunfo en lo ideológico. Rompe la cultura del peronismo, de Estado paternalista y élites corrompidas. Milei reduce el tamaño del Estado, el déficit fiscal, la inflación y pone fin al dólar caro, mostrando que con reglas que estimulen el mercado el país puede salir del marasmo en que está inmerso. Los argentinos realizan que la tragedia nacional es haber permanecido durante 80 años bajo el hechizo de Perón.

En nuestro país, aunque casi todos los gobiernos que ha tenido desde la Revolución Liberal creyeron en la democracia y la economía de mercado, a sus estudiantes se les inculca una historia que glorifica los episodios estatizantes y con matices marxistas. Los gobernantes han cedido la enseñanza a quienes los deslegitiman. Meloni y Milei muestran cómo entablar el combate. (O)

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