Monigotes gigantes en Carapungo: el arte de Fabián Herrera que une a un barrio cada fin de año | Ecuador | Noticias

En el norte de Quito, específicamente en el sector de Carapungo, una tradición única cobra vida cada diciembre. Las esquinas principales del sector se transforman en un punto de encuentro gracias al arte y la creatividad de Fabián Herrera, un publicista de 42 años que ha dedicado más de 15 años a elaborar monigotes gigantes como parte de las celebraciones de fin de año.

Fabián, con el apoyo de amigos, familiares y vecinos, convierte su pasión en una obra monumental que no solo adorna el barrio, sino que también reúne a la comunidad para celebrar el cierre de un ciclo y la llegada de un nuevo año.

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La idea de crear monigotes gigantes surgió en la juventud de Fabián, como una forma de rendir homenaje a amigos que habían fallecido durante el año. “Esto comenzó como algo pequeño, con los panas, cuando un amigo fallecía, hacíamos un muñeco en su honor. De ahí nació la tradición, y con los años empecé a hacer monigotes cada vez más grandes”, explicó.

Desde hace 12 años, Fabián se ha enfocado en la creación de estas figuras con un gran tamaño, convirtiéndolas en un elemento característico del barrio.

Cada año, el tema de los monigotes es cuidadosamente seleccionado por Fabián. En esta ocasión, decidió recrear al famoso personaje Bender, de la serie animada Futurama, en su versión de Dios Faraón. “Es un personaje que marcó mi época, y pensé que sería genial representarlo en este fin de año”, comentó.

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Para complementar su obra principal, Fabián también incluyó un pequeño monigote inspirado en los robots mafiosos de la misma serie, añadiendo un toque especial al conjunto artístico que adorna el barrio.

La creación de estos monigotes no sería posible sin el apoyo de la comunidad. Durante el proceso, Fabián utiliza materiales reciclados como cartón y papel, donados por vecinos y almacenes locales.

Este año, debido al tamaño y la forma del monigote principal, tuvo que optar por una estructura metálica, lo que incrementó los costos a unos $ 200 aproximadamente.

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“Para financiar este proyecto, también elaboré 10 monigotes pequeños que vendí a lo largo del año”, explicó. Adicionalmente, cobra un dólar a quienes desean tomarse fotos con el monigote gigante, recuperando parte de lo invertido.

A pesar de las lluvias registradas los últimos días y las complicaciones propias de la temporada, Fabián y su equipo —compuesto por amigos, familiares y su sobrino— trabajan incansablemente durante semanas para dar vida a estas creaciones.

El día de la quema del monigote se ha convertido en un evento esperado por los vecinos. “Es algo característico del barrio. Todos vienen a disfrutar, a tomarse fotos y a compartir un momento especial en familia”, agregó Fabián.

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Para evitar daños al entorno, el monigote se quema sobre una hoja de zinc, garantizando que la tradición sea segura y respetuosa con una de las principales vías de la parroquia, en la esquina de la Galo Plaza Lasso y Padre Luis Vaccari.

A lo largo de los años, Fabián ha creado una variedad de monigotes inspirados en películas y personajes populares. Desde Mad Max hasta Piratas del Caribe y Monsters, Inc., cada obra refleja su pasión por el arte y su deseo de sorprender a la comunidad.

“Siempre me ha gustado que la gente disfrute el último día del año”, confesó. Aunque no tiene una formación formal en artes plásticas, su habilidad y dedicación han convertido sus monigotes en verdaderas piezas de arte urbano.

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A pesar del esfuerzo y los costos asociados, Fabián no planea dejar de crear monigotes en el futuro. “Seguiré haciéndolo mientras pueda”, afirmó con determinación. “Es una tradición que me llena de alegría, y mientras tenga ideas y apoyo, continuaré”.

En cuanto a los próximos años, Fabián se muestra abierto a la inspiración. “Las ideas me llegan unos meses antes. Siempre hay algo que me motiva a empezar un nuevo proyecto”.

La obra de Fabián Herrera es mucho más que una tradición de fin de año; es un ejemplo de cómo el arte puede unir a una comunidad y convertir un espacio cotidiano en un punto de encuentro lleno de alegría.

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Mientras los vecinos de Carapungo esperan con entusiasmo la quema del monigote gigante, el trabajo de Fabián sigue siendo un recordatorio de que el arte, por sencillo que parezca, tiene el poder de transformar y conectar a las personas. (I)

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