Rocío Santibáñez Vásquez: Efecto placebo | Columnistas | Opinión

En el área de la investigación en medicina se utiliza con frecuencia el término “placebo” para referirse a una sustancia o tratamiento que, no teniendo efecto terapéutico, ejerce mejoría de los síntomas que describe un paciente.

En los ensayos clínicos diseñados para evaluar la eficacia o la seguridad de un determinado tratamiento, el placebo se administra al grupo control. Sin un estudio controlado (grupo experimental y grupo control) no es posible determinar con certeza si un fármaco funciona o no.

El placebo utilizado en ensayos clínicos es una sustancia inerte generalmente compuesta de azúcares o solución salina.

Es importante señalar que todos los estudios científicos de intervención sobre pacientes requieren la firma de un consentimiento informado y de la aprobación de un comité de ética.

Si los individuos que reciben el placebo (sustancia inactiva) experimentan mejoría de sus síntomas, se habla entonces de “efecto placebo”.

Este término puede extenderse a otras áreas de la salud como terapias alternativas/complementarias u otras intervenciones en el estilo de vida, que los pacientes sienten que les son de ayuda.

Anteriormente se pensaba que la mejoría referida por un paciente que había tomado un placebo era una respuesta meramente psicológica. Hoy se sabe que es el resultado de un proceso neurobiológico que involucra conexiones cerebrales diversas, muchas veces genéticamente condicionadas, a las que se suman las expectativas del paciente.

Se ha demostrado que el efecto placebo está asociado con la liberación de sustancias (opioides endógenos, endocannabinoides, dopamina, serotonina, entre otras) que actúan sobre circuitos cerebrales específicos, especialmente en los centros de recompensa, favoreciendo la sensación de bienestar, esto también evidenciado en estudios de neuroimagen.

La disposición y la sugestión del paciente, las experiencias escuchadas de otras personas, el lenguaje utilizado por quien lo recomienda aumentan la autopercepción y la autoconciencia de mejoría. La variación genética en la síntesis, señalización y metabolismo de los neurotransmisores puede contribuir a la variación de la respuesta al placebo.

Es frecuente observar el efecto placebo que algunos pacientes experimentan con ciertas sustancias o medidas que no tienen acción terapéutica comprobada.

Algunos se van dando cuenta con el tiempo de que dicha sustancia no fue realmente efectiva o duradera. Otros, en cambio, se convencen de lo contrario y continúan utilizándola y recomendándola. La publicidad, así como de quién provenga la sugerencia, constituyen el primer paso. Lo que sigue después ya es el resultado de la actividad cerebral individual.

Los placebos no curan, pero en personas susceptibles pueden dar sensación de mejoría, especialmente en el manejo del dolor, el insomnio, la fatiga. La base genética implicada en el efecto placebo permitirá comprender mejor la respuesta cerebral y los resultados de las futuras investigaciones clínicas. (O)

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