La posesión y el posterior discurso de Donald Trump como el cuadragésimo séptimo presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, ralentizó las posibilidades de los candidatos presidenciales de utilizar el debate digital posterior como una herramienta efectiva para convencer a los que aún están indecisos de por quién votar en las próximas elecciones presidenciales. El impacto de esta noticia desvió sin duda la atención de lo que ocurrió en el debate.
Si bien la proliferación de mensajes en las redes sociales por parte de la mayoría de los candidatos proclamándose como ganadores del debate ha sido evidente, sostener que hubo un ganador indiscutible y que ese hecho pueda revertir la actual tendencia de los candidatos que lideran las encuestas, es poco creíble.
‘Hablan mucho y concretan poco’: nuestros columnistas hacen un análisis político tras el debate presidencial
Y digo que esta narrativa de ganador no termina de convencer, por cuanto salvo pequeños chispazos de uno u otro candidato, poco hay que rescatar de un formato que impide a los moderadores repreguntar a los debatientes e indagar a profundidad sobre algún tema en el que no fueron claros o que respondieron con evasivas.
Dicho esto, parece unánime el criterio de que los grandes beneficiarios de este modelo de debate fueron Daniel Noboa y Luisa González. Tanto el uno como el otro fueron a encerrarse como ese equipo de fútbol que pone a los diez jugadores en la línea del arco para evitar el gol. Y vaya que lo consiguieron. En el caso de Noboa, con respuestas cortas en unos casos danto cifras y eludiendo claramente las respuestas en otras, sus oponentes poco hicieron para desgastar su imagen o molestar su atención, salvo el caso de “Rafael Noboa” del candidato Tilleria.
Lo de Luisa González, si bien logró también mantener el arco en cero, sí hubo un par de penales (los comentarios de Andrea González), que aunque no llegaron a subir al marcador, sirvieron para abrieron a esa defensa infranqueable que ella había planteado desde el inicio del debate. Además, lució muy nerviosa al inicio, leyó mucho y no se la veía convencida de lo que decía. Magro el resultado final.
Sobre el resto de candidatos no hay mucho que decir. Cucalón fiel a su estilo, sereno, claro con las ideas y conciliador (aunque se criticó en redes el “eres o te haces”), pero no arrolló. Lo hizo bien sí, pero pudo estar mejor. Igual pienso de Henry Kronfle, este era uno de los momentos que tenía para brillar y no lo consiguió. No porque no sea capaz y sus conceptos no se hayan entendido, sino porque el formato del debate no ayudó.
Y la que considero que destacó por su frescura, calidez pero a la vez firmeza fue la candidata Andrea González. Durante el debate se la vio aplomada y muy decidida, lo que la diferenció del resto de su grupo. Que esta presentación le alcance a subir en las encuestas parece difícil, pero en todo caso fue la que en mi criterio más lo intentó.
Faltan menos de tres semanas para las elecciones, veremos si el debate y el posdebate sirvieron para cambiar una tendencia que hoy parece irreversible. (O)