El novelista inglés David Lodge falleció el primero de enero de 2025. Reconocido como escritor de humor por novelas como La caída del museo británico, Terapia, Pensamientos secretos, El mundo es un pañueloy varias más, sus lectores y críticos le han rendido homenaje con esa discreción que siempre lo caracterizó. Hombre más bien reservado, melancólico y reflexivo, no quisiera pasar por alto la importancia que tuvo en su obra la reflexión sobre la novela y las implicaciones en el mundo contemporáneo, sobre los que publicó más de una decena de libros. El más difundido ha sido El arte de la ficción, publicado en 1992 y profusamente reeditado en español. Este breve libro está compuesto por cincuenta notas que fueron publicadas en el diario británico The Independent on Sundayy que abordan aspectos puntuales sobre la ficción. Cada nota empieza con una cita larga de una obra del autor que aborda, un poco a la manera de Auerbach en Mimesis. El libro es sugerente para quien esté interesado en observaciones directas y precisas sobre la escritura de ficción, aunque sus ejemplos están ceñidos estrictamente a autores de lengua inglesa, con la excepción de Milán Kundera. Pero sus ensayos que me resultan más interesantes son dos: The Practice of Writing, de 1997, todavía no traducido al español, y La conciencia en la novela, de 2002. Sin hacer mucho ruido, se preocupó por compartir su experiencia al escribir novela así como por investigar el desarrollo de las ciencias cognitivas y el papel que cumple la novela con sus procedimientos narrativos, procedimientos profundamente preocupados por el conocimiento y por acercarse a experiencias de distinta índole, donde no es menor el papel de la subjetividad y el mundo interior. Que un narrador se preocupe por acercarse o entrar directamente en la conciencia de un personaje, o de varios, es una licencia cognitiva de enormes implicaciones. Lodge se dedicó a la lectura de figuras señeras en las ciencias cognitivas, desde Daniel Dennett a Antonio Damasio y Gerald Edelman. Sus intereses se desplegaron hacia distintos ámbitos y discutió las implicaciones de la novela como un género occidental que se ha sabido abrir camino, por su flexibilidad, hacia escritores y lectores de otras culturas. Resulta anecdótico que en la preocupación de Daniel Dennett sobre la conciencia como un epifenómeno de la actividad cerebral, la hubiera encontrado antes satirizada en una novela de Lodge, Buen trabajo, de manera que terminó citándolo en su tratado de referencia La conciencia explicada.
‘La mujer incierta’
Lodge ya había señalado observaciones novedosas sobre los desafíos de los novelistas a fines del siglo XX, como cuando observó hacia 1969 la peculiaridad de la “crossover fiction”, es decir, ficción cruzada o de encrucijada, en la que conviven en las novelas contemporáneas tanto la ficción como la no ficción, y que las fronteras no son tan nítidas. Creo que nunca lo han sido con un género tan irreverente como la novela, pero de acuerdo a ciertas expectativas de cada época y a las modas de paso, se ha pretendido una visión única. De hecho, el novelista inglés criticó que la globalización del mercado editorial había influido en la apertura más radical de la novela interesada en que todo pudiera entrar, con el riesgo de una cierta banalización en la que se reducían las exigencias del género. Hacer pasar todo por novela es una operación de mercado, y que ha llevado a críticos como Alfonso Berardinelli a quejarse de esa exaltación excesiva de que cualquier forma narrativa sea considerada novela solo porque pretende pasar por tal. Lodge retomó la idea de la ficción cruzada en su ensayo de The Practice of Writing. Pero además de la visión crítica de la comercialización editorial, también tomó distancia de la teoría literaria postestructuralista porque veía alejarse a la teoría de la comprensión formal de los textos, interesada más “en diversas especulaciones filosóficas y polémicas de corte ideológico”.
A lo que siempre ha vuelto Lodge, en esos caminos cruzados, es a la figura de Henry James. Le dedicó una novela ¡El autor, el autor! James reunía no solamente su enfoque sobre el punto de vista, y es, de hecho, uno de los novelistas más preocupados en el papel de la conciencia del ser humano en sus relaciones sociales, en lo que tienen de sesgo, prejuicio, predisposición o incluso de iluminación salvadora. James también convoca el problema, que incluso tematizó en su obra, porque lo vivió él mismo, sobre los artistas de talento que no venden tanto, que no son éxitos comerciales, pero que sí son los que aportan las visiones más interesantes y originales. Lodge trató este tema en su novela, pero no satisfecho del todo, terminó escribiendo uno de sus últimos ensayos, El año de Henry James: Historia de una novela, donde narra y reflexiona sobre el proceso de escritura de ¡El autor, el autor!
Por supuesto, los lectores de Lodge, o los interesados en su veta humorística, seguirán visitando sus novelas por su sentido cómico, pero conviene no olvidar que lo cómico no es solamente el sentido del humor. El papel de la comedia es el de una distorsión que se convierte en una modificación cognitiva: a veces hay que mover de su lugar un objeto para verlo mejor, hay que distorsionar su perfil, como cuando se produce una caricatura. Esto no significa una falta de respeto hacia el tema o el personaje satirizado, solo que hay que hacerlo muy bien, con la altura y la inteligencia del caso, no para que se haga visible el resquemor o la envidia del que hace la caricatura o comedia gratuita, sino como otra vía de conocimiento. Porque a fin de cuentas eso es lo que este novelista inglés hizo toda su vida: preocuparse por abordar, desde distintas perspectivas, la naturaleza humana. Su vía fue el registro cómico, el ensayo y la exploración de los nexos entre literatura, psicología y ciencia cognitiva. Hay mucho para seguir descubriendo en su obra. (O)