María Josefa Coronel: Salvar el fuego | Columnistas | Opinión

He tomado prestado el título de la novela ganadora del Premio Alfaguara 2020 porque me ha cautivado, por su contenido, por su título, por el fuego. Guillermo Arriaga, su autor, nos presenta, cara a cara, la compleja realidad del crimen organizado, la dinámica de la vida carcelaria –si es que eso puede llamarse vida–, y la pasión en sus dimensiones más desnudas y descarnadas. Arriaga logra secuestrarnos, paradójicamente, a través de nuestros propios sentidos, pues nos jala –de manera casi obligatoria– a ver con atención el centro de la mente o alma o espíritu, como queramos llamar a aquello que no se toca, que no tiene idioma ordenado, lo que no es lógico, lo que no se puede hablar con todo el mundo, a eso, absolutamente íntimo, oscuro y claro, que logra movernos audazmente sobre rutas inimaginables e injustificables, y que –inevitablemente– emerge sensorialmente. A veces poniéndonos en evidencia, solo a veces.

Escritor mexicano Guillermo Arriaga gana Premio Alfaguara de Novela

En varios episodios nos hace sentir empapados de las lágrimas y sudor de sus personajes. Nos distrae con el nudo y entorno de aquellos, nos atrapa en el enjambre de las contradicciones humanas. En sus páginas encontramos el deseo de ser una buena persona, apreciar el silencio, el arte y la siembra interior de inquina, rabia, saña. En todos, hay fuego.

Esta novela nos lleva a los extremos, tanto virtuosos como perversos, a los que podríamos llegar, como santos o demonios, llegar por la satisfacción de la pasión. Una obra que nos advierte de cómo puede agazaparse el cinismo en la conducta humana. La infidelidad que se esconde en la necesidad de llenar vacíos existenciales, o la venganza que se autobautiza en el derecho de hacer justicia. Al final, cinismo entero.

Marcelo Báez Meza

Descalza se sale de las páginas del libro, porque se va acabando, porque tenemos que hacer, porque nos urge retomar la realidad nuestra, la individual, social, nacional, mundial. Digo sin ropajes ni zapatos porque solo así, con una extrema sensibilidad, hemos podido recorrer de la mano del autor hasta dónde se puede llegar cuando es el fuego que nos conduce. Así, fuera de la ficción, me pregunto: ¿qué fuego nos ha movido hasta aquí?

Hasta este mundo donde ya casi no se dialoga, donde la violencia es normal porque violar y abusar de niños y mujeres siguen siendo tema secundario y pasajero. Sí, a este día, en el que las mujeres tienen que taparse y no cantar jamás, donde la democracia es asaltada porque sencillamente le da ganas a un delincuente, y donde reina una vergonzosa sordera ante los golpes que reciben los otros. Por ser exactamente eso: los otros.

El silencio ciudadano

Esa congelada indiferencia que diseña una vida de apariencias y porcelana y que corea que no hay más que hacer, que no hay esperanza, que la corrupción no terminará, que no vale la pena esforzarse, que no creas. Un presente que hace que mires a tu vecino delincuente como un Robin Hood contemporáneo, y lo perdonas, y callas. Un presente de antihéroes, de cierta gente fría como la muerte, sin piel para sentir ni voz para protestar.

Salvar el fuego me advierte del fuego que alumbra la decencia y fraternidad, el fuego que no quema, el inextinguible, el que nos espera, ese fuego que enciende otros fuegos. (O)

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