Santiago Rosero, presidente de la Federación Ecuatoriana de Ciclismo (FEC), tiene alguna responsabilidad con lo sucedido con Jhonatan Narváez en la competencia de ruta en los Juegos Olímpicos de París 2024. Entre los argumentos que tengo para opinar están haber visto la competencia el sábado 3 de agosto, haberme enterado de las razones por las que Narváez no llegó en uno de los lugares que esperábamos y las declaraciones que realizó el ciclista tricolor una vez que concluyó la carrera.
Yo hago una comparación: vi las dificultades que tuvo el ciclista belga Remco Evenepoel, que sufrió un pinchazo a cuatro kilómetros de ganar la medalla de oro, a muy pocos minutos de conseguirlo, pero tuvo asistencia técnica inmediata y fue campeón. En cambio, por los inconvenientes que soportó Narváez se entiende que no hubo atención ágil y sí mucha despreocupación respecto a una eventualidad como la que vivió nuestro ciclista. Y él lo dice.
Narváez no contó con una pronta colaboración, tampoco tuvo líquido para hidratarse, no tuvo ayuda. No se concibe que un candidato a ser medallista olímpico no haya tenido el respaldo propio para un ciclista de su nivel. Todo esto debe aclararlo el presidente de la FEC, quien ha hecho un papelón. Incluso, de acuerdo a lo que conozco, Santiago Rosero ni siquiera estuvo en los Juegos Olímpicos: no viajó a París 2024.
Qué más se puede comentar del desempeño de la Federación Ecuatoriana de Ciclismo si el mismo Narváez asegura que él hizo todo lo posible, que se preparó, pero que le faltaron cosas (como asistencia rápida). No sé si de contar con respaldo la situación habría sido distinta, pero él tenía una estrategia. Se le dañó la bicicleta, pero se tardaron muchos minutos en repararla y así se explica que Narváez haya llegado en el lugar número 45.
Rosero ha defraudado a todo el mundo. La crítica que se le sigue haciendo es por qué no luchó ante la Unión Ciclista Internacional (UCI) para conseguir otro cupo para Ecuador. Otros países tuvieron dos, tres y hasta cuatro plazas para competir en la prueba de ruta de París 2024; pero Ecuador, con un campeón olímpico de la especialidad, como Richard Carapaz, de recientes buenas actuaciones en el Tour de Francia, y otro notable como Narváez, aceptó tener apenas un representante.
Sé que hay un reglamento internacional, pero qué raro que justo con nosotros sea tan severo al aplicarse. El otro aspecto reprochable tiene que ver con las reglas que empleó la FEC para elegir al ciclista tricolor que iría a los Juegos Olímpicos. Sigo cuestionando una decisión que no fue justa con un héroe deportivo como Richard Carapaz. No hubo las consideraciones suficientes con un medallista de oro.
En París 2024, Ecuador perdió la oportunidad de pelear por algo grande en el ciclismo de ruta, porque nuestros deportistas son especialistas en esa modalidad. Aquello debió prevenirse con la suficiente anticipación y hacer las gestiones del caso ante la UCI. No meto en esta situación al Comité Olímpico Ecuatoriano; tengo un criterio aparte. Al COE hay que darle facultades para que pueda seguir de cerca lo que hacen las federaciones ecuatorianas por deporte.
La Ecuatoriana de Ciclismo ha hecho todo el tiempo lo que ha querido. Acerca del único cupo otorgado por la UCI al país, y sobre buscar un lugar para Carapaz, no solucionó nada. Más bien la dirigencia de la FEC fue un obstáculo para que el carchense fuera a los Juegos Olímpicos.
Yo le sugerí a Santiago Rosero que se ponga a rezar, y debe seguir haciéndolo. Internamente, en su organismo, el presidente de la FEC debe tener muchas críticas por el caso Carapaz, que son las que recibe a nivel nacional. (O)