Así tituló el periodista Alexander Clapp su reportaje para la antiquísima y famosa revista, fundada a mediados del siglo XIX, The Economist, y que describe la ola de violencia que azota a Ecuador.
Clapp hizo una descripción profunda de cómo ciudadanos de a pie conviven y sobreviven a hechos, situaciones de violencia. El periodista inició su recorrido en Montecristi, en donde relata que los pobladores ya no sufren por la acumulación de basura, sino la de cadáveres. Relata que los habitantes escuchan por las noches cómo llegan avionetas que traen dinero y se llevan cocaína.
Visitó, el periodista, los exteriores de la Penitenciaría del Litoral y apreció cómo funcionan las extorsiones; visitó la Nueva Prosperina y contó cómo reclutan niños para ser sicarios; estuvo en la morgue de Guayaquil y constató cómo se amontonan decenas de cadáveres en descomposición; estuvo en Durán, y finalizó su recorrido en Santa Elena, donde sus pobladores se oponen a la construcción de una cárcel (suponemos que quieren estar lejos del crimen).
Dice el periodista que “en los últimos diez años, la cocaína ha transformado a Ecuador de una de las naciones más estables de Sudamérica al país más peligroso del continente”. Dice de la ciudad industrial de Durán que tiene derecho a ser la capital mundial del asesinato; en promedio, alguien es asesinado allí cada 19 horas.
Dice de Ecuador que “pocos lugares podían ser más atractivos para un sistema de carteles global”. “Una industria turística en auge y una economía dolarizada presentan oportunidades para blanquear ganancias ilícitas”.
Esto, publicado por The Economist, y otras afirmaciones, como la del diario inglés The Guardian, pueden mover al mundo a cooperar para rescatarle al Ecuador de esta situación en que está secuestrado por las mafias del narcotráfico.
El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha nominado como su secretario de Estado al antiguo senador de Florida, Marco Rubio, de origen cubano y quien ha hecho público su apoyo al Ecuador. Él conoce bien el problema y mucho puede ayudar.
Los anteriores secretarios de Estado (cargo equiparable a canciller) han manifestado su simpatía por América Latina, pero siempre, a poco, son arrastrados hacia los problemas del Medio Oriente o a nuevas situaciones como las de Rusia y Ucrania.
Los Estados Unidos son, de cierta manera, el origen del problema que vive el Ecuador por su consumo y guerra a las drogas, y justo es que vuelque su atención a la angustiosa situación que vivimos. Es en esta política, que es de supervivencia, en la que tienen que concentrarse el país, el Gobierno, la Cancillería, olvidándose de pequeñeces como la destitución de la vicepresidenta y que, si la canciller y la ministra del Trabajo conocieran de la materia, sabrían que a un funcionario diplomático el artículo 123 de la Ley del Servicio Exterior le concede treinta días para trasladarse de un destino a otro y no los cinco días, más o menos, por lo que sancionan a su superior, sin tener facultades constitucionales para ello. Es imprescindible la unidad nacional para librarnos de ser un narco-Estado. (O)