Cien años de adelantos | Columnistas | Deportes

Quince goles en dos partidos, como vimos esta semana con Benfica 4 – Barcelona 5 y PSG 4 – Manchester City 2, no solo es sorprendente sino altamente meritorio. Lo mismo que la goleada por 6-0 de Argentina sobre Brasil en el Sub-20. Antiguamente eran frecuentes estos resultados abultados. En el Mundial ‘54, en Suiza, las selecciones terminaban 9 a 0, 8 a 3, 7 a 5, 6 a 1. Se jugaba libremente, todo era más lento, había enormes espacios para quien llevaba la pelota, se podía pensar la maniobra y el concepto era meter más goles que el rival. Luego fueron reduciéndose los goles, comenzaron a ajustarse las marcas, a “apretar en el medio”, devino el catenaccio, enseguida llegó el “hombre a hombre”, más tarde el defender con diez, apareció la presión, ahora la intensidad, que los primeros defensores sean los delanteros… el puesto de arquero evolucionó un diez mil por ciento, los jugadores que defienden son actualmente atletas superentrenados, las tácticas defensivas mejoraron… Y muchos aspectos más. Todo se fue complicando para el atacante y con ello se achicaron las posibilidades de hacer gol. Incluso mermaron drásticamente las situaciones de riesgo. Por eso, a veces se genera una sola y hay que tratar de meterla si se quiere ganar.

No obstante, el futbolista ha sabido adaptarse y, pese a todo, se ven proezas técnicas y partidos electrizantes. Hubo un bache notorio en el juego en el segundo semestre del año pasado. Ahora parece levantar en Europa, donde están los mejores intérpretes. Lo que ya nunca volverá es el romanticismo de antes, la fidelidad de los jugadores a un club, el amor por la camiseta. El mercenarismo de los futbolistas es lamentable, firman contrato hoy se quieren ir mañana por una oferta mejor. Por eso valoramos extraordinariamente la decisión de Haaland de firmar con el City por nueve años y medio más, hasta 2034. Es un mensaje a todos sus colegas del mundo. Significa “me quiero quedar, soy feliz aquí, no estoy desesperado por irme a otro club, deseo ganar títulos con el City, quiero devolver el cariño con goles…”

Pero hay una realidad: cuando vemos videos de varias décadas atrás nos desanima aquello. Hemos vuelto a ver, completas, las finales mundialistas desde 1966 hacia acá y aquel fútbol nos parece elemental. Nunca se disputó, ni de cerca, una final tan espectacular como la Catar 2022 entre Argentina y Francia (3-3).

Es comprensible, todo fue evolucionando: los estadios, los campos de juego, la indumentaria, el cuidado, el reglamento, la medicina deportiva… Quienes están convencidos de que el fútbol de antes era mejor argumentan: “Si pusiéramos a los futbolistas de hace cincuenta o sesenta años a entrenar como se entrena ahora, con la alimentación y preparación actual, con las tácticas modernas, serían unos fenómenos también”.

Efectivamente, quien nació con un don para algo determinado, se adaptaría a toda la metodología de hoy e igualmente brillaría. No hay dudas. Sin embargo, conseguiría menos proezas. Pelé dijo una vez “si yo jugara ahora haría tres mil goles, no te pegan como antes”. Se pega mucho menos, es verdad, pero se marca infinitamente más. No tendría espacios ni tiempo.

Lo que no se analiza es que, si tomamos, por ejemplo, a los 22 protagonistas de la final de 1970 y les damos toda la preparación y las condiciones actuales, pero los hacemos jugar a la velocidad, la intensidad, la presión y las marcas de ahora se equivocarían mucho más que antes y mostrarían menos técnica, menos magia. Y estarían jugando contra los mismos rivales. O SEA, NO SE TRATA DE MAYORES O MENORES CAPACIDADES SINO DE MAYORES O MENORES DIFICULTADES.

Si tenemos diez minutos para vestirnos lo hacemos de una manera, si tenemos tres será de otra, menos prolija y más descuidada. Si nos dan diez metros para realizar una jugada, la haremos de una manera, si disponemos de dos metros, la haremos de otra y, sin duda, tendremos menos posibilidades de que sea exitosa. Si nos marca un rival, podremos intentar cierta jugada, si nos marcan tres, tal vez ni la intentemos. Si estamos libres de presión pensamos y nos movemos con libertad, si nos están encimando, estorbando, impidiendo la maniobra, ya no tenemos la misma facilidad creativa.

Por lo tanto, el entrenamiento, la alimentación y las nuevas tácticas tienen poco que ver, lo que cambió es el grado de dificultad, que es veinte veces mayor.

Es lo mismo que si una mujer joven y soltera se dedica exclusivamente a estudiar, y la comparamos con otra que también estudia, pero además es casada, trabaja, tiene dos niños que lleva a la casa de su madre antes de ir a la oficina para que se los cuide, debe hacer las compras al terminar la jornada y, al volver al hogar, hacer algo de cenar. Puede que las dos se gradúen, pero esta última tiene muchísimo más mérito por los obstáculos que ha debido enfrentar. El que antes gambeteaba a cinco hoy posiblemente eludiría a uno o dos y debería tocar la pelota porque se la sacan. El mayor impedimento reduce la capacidad de lograr hazañas. Técnicas o físicas.

Añoramos a los grandes cabeceadores de antes, los Spencer, Passarella, Zamorano, espectaculares, claro, no obstante, hacer goles de cabeza era menos dificultoso. En el área podía haber diez jugadores, hoy hay 16 ó 18. Sólo es cuestión de contar en cada tiro de esquina que vemos. Y los arqueros de antaño por lo general no salían, se quedaban en la raya, ahora dan varios pasos hacia adelante y atrapan la bola o dan el puñetazo. No es tan fácil ver un gol directo de córner.

El fútbol es un deporte colectivo donde fascina lo individual. El hincha adora al héroe “que gana un partido solo”, “que gambetea a cinco y mete el gol”. Pero la colectivización del fútbol fue desapareciendo las individualidades. Por eso pelean por el Balón de Oro jugadores buenos, aunque normales, como Vinicius, Bellingham o Mbappé. Así y todo, es notable que tres de los primeros diez goleadores de todos los tiempos sean actuales: Cristiano Ronaldo (919), Messi (850) y Lewandowski (682), primero, segundo y octavo. Y no sería extraño que, en los próximos tres o cuatro años el polaco trepe hasta el tercer lugar. Sería sensacional, por lo difícil que es ahora anotar goles.

Consultado sobre cuál fútbol fue mejor, el de ayer o el de hoy, Enzo Francescoli respondió con franqueza: “Hay diferencias, no quiero decir cuál es mejor o peor. Ahora es mucho más rápido, hay menos espacios y menos posibilidades de lograr cosas”. Enzo debutó hace 46 años y se da cuenta de que a él también le costaría más, por talentoso que fuera.

Por ello, al trazar un paralelo, prevalecen en la elección los futbolistas más cercanos a esta época. Y porque siempre aparece un deportista que supera a los anteriores. Nadie es el mejor para siempre. Djokovic, Nadal y Federer son los tenistas más grandes de la historia, y son de este tiempo. Lo mismo ocurre en todos los deportes. Guillermo Vilas, el atlante del tenis argentino, un sujeto siempre pensante, dejó una reflexión magistral sobre el ayer y el hoy: “Si me ponen contra el Federer de 2004 con mis mejores herramientas de 1977, yo no tendría opciones, me liquidaría por 6-1 y 6-2. Y eso, si tengo suerte. Lo mismo contra Nadal o Djokovic. Enfrentar a un tenista de 1900 contra uno de 2000 no es coherente, hay cien años de adelantos”. (D)

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