El cuadragésimo séptimo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, reelecto después de un periodo, tomó posesión luego de juramentarse para un segundo mandato, bajo el lema de recuperar la grandeza de su país y el inicio de una época de oro, promesas que ilusionan a miles de estadounidenses que creen es un imperativo o un legítimo derecho conseguir.
Ha anunciado que se propone deportar varios millones de inmigrantes ilegales, recuperar el control de la frontera sur y la administración del canal de Panamá, cambiar el nombre del monte más alto de Alaska y del golfo de México por el de América, según él mucho más bonito. No mencionó nada respecto a su propuesta de anexar Canadá o Groenlandia a su país.
Trump on fire…
Ninguno de esos objetivos contribuiría a la grandeza o progreso de su nación. Panamá, Canadá o Groenlandia, ninguno de los tres se lo permitiría, los nacionales difícilmente lo aceptarían y serían sus más grandes opositores y detractores; habrá muy pocos que apoyen tales fines.
Le pasaría igual que Putin con Ucrania, que creyó que los ucranianos recibirían a las tropas rusas con aplausos y beneplácito, que apoyarían su anexión a la vieja madre patria. Ambos, Putin y Trump, están equivocados; no pueden imponer su dominio a la fuerza ni anexarse territorios que no les pertenecen, o ignorar a sus habitantes, quienes son libres de decidir a qué país o nacionalidad con orgullo quieren pertenecer.
El Gran Garrote
Ni siquiera aquello de deportar los inmigrantes ilegales será factible ejecutar. Podrá hacerlo con cientos de casos aislados, en los que realmente se justifique la acción violenta que significa una extradición. Muchos de ellos, la gran mayoría de ilegales, están enraizados u ocupan tareas que ningún residente legal está dispuesto a realizar. Hace décadas que ninguno de ellos quiere cargar ladrillos, lavar platos, repartir periódicos, cultivar la tierra, arreglar jardines, recoger cosechas o cuidar ancianos.
Lo del canal de Panamá debería plantearlo de forma diferente, negociarlo como un nuevo tratado que garantice la neutralidad de su uso y la no injerencia de ninguna potencia, comenzando por la propia unión norteamericana o la de China, ajena a nuestra región.
Nuestros migrantes
Las verdaderas prioridades de Trump deberían ser controlar la inflación, disminuir las tasas de interés, crear condiciones para el crecimiento de su economía, respetar los tratados y convenios comerciales sin necesidad de una guerra comercial o imposición de elevados aranceles a sus vecinos. En lo internacional deberá terminar los conflictos de Medio Oriente, la guerra con Ucrania, detener a China en su afán de apoderarse de Taiwán y neutralizar a Corea del Norte.
Lograr un nuevo periodo de entendimiento y paz mundial; lo podrá intentar mientras se adopte una posición de conciliación y cooperación, en vez de agresión y confrontación. En nuestra región, su prioridad debería ser devolver la libertad y legitimidad a los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela. El Ecuador debería aprovechar para negociar el TLC y un acuerdo más amplio en seguridad y combate a las bandas de narcotraficantes. (O)