Steven Espinoza Ortega: ¿Herederos de Alfaro? | Columnistas | Opinión

El día que escribo esta columna se han cumplido 113 años de la hoguera bárbara, un día en el que se demostró que el humano puede ser todavía más visceral de lo que imaginamos, pero créanme cuando les digo que todavía podemos ser peores; si no, regresemos a ver que hace aproximadamente un mes la sociedad ecuatoriana seguía acusando a cuatro almas desaparecidas y asesinadas de ser delincuentes, y podría incluso decir que casi celebraron el vil accionar de sus verdugos.

Nos llenamos de orgullo cuando nos decimos herederos de Eloy Alfaro, nuestros pechos se inflan y sonreímos al hablar de la transformación del Estado, de los pensamientos liberales, de sus obras. Me atrevo a decir que este personaje es el mejor ecuatoriano de la historia. Sin embargo, querido amigo lector, ¿nos merecemos identificarnos con él?, ¿nos merecemos hablar de su legado?

Evidentemente, como todo gran político, habrá sus detractores que me escriban diciendo que Eloy Alfaro no era la gran cosa, algo que no me corresponde contradecir. Pero lo que sí es innegable es que Alfaro fue el principio de todo. El mismo hecho de que ahora usted me lea y yo le escriba es gracias a él y sus ideas de igualdad, libertad y fraternidad.

Sin embargo, en algún punto de la historia en el Ecuador nos perdimos y entendimos que la igualdad está bien mientras sea para satisfacer nuestro propio privilegio; ya no entendemos a la igualdad como sinónimo de equidad, de justicia, de empatía.

Entendimos libertad como el libre tránsito, pero somos esclavos de la ignorancia, del desparpajo de información que encontramos de cualquier experto en nada que emite su opinión dañina y dolosa con tal de imponer su verdad o lo que le conviene que sea verdad.

¿Piensa que estoy exagerando, querido amigo? Preguntemos a los padres de los cuatro niños de Las Malvinas si es que no sintieron su corazón roto al ver tanta indiferencia y mentiras al alcance de sus dedos, a ver si exagero. Lamentablemente, nos convencemos de la libertad mientras somos esclavos de la política burda y vacía que estoy seguro de que al “viejo luchador”, como también se lo conoce a Eloy Alfaro, le daría vergüenza decir que hizo política en medio de tanto mediocre que se toma su nombre para enarbolar su bandera partidista.

Entendimos la fraternidad como el acto carismático de darnos la mano en la iglesia deseando paz, mientras nos importa muy poco o nada el bienestar común, mientras seguimos “jalando agua solo a nuestro molino”.

Por todo lo mencionado me pregunto si realmente somos los herederos de Alfaro, o si somos el resultado de un hartazgo colectivo y colgamos nuestro espíritu de lucha.

Entendamos la responsabilidad de lo que implica luchar por una mejor nación, un país que esté realmente orgulloso de vivir en los principios a los que Alfaro entregó, literalmente, su vida.

Empecemos demostrando con pequeños actos, como el voto consciente e informado, la crítica constructiva y la búsqueda del bien común. Solo ahí nos podremos decir que estamos orgullosos del legado que dejó Eloy Alfaro. (O)

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